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Clínicas Especializadas
Vida de Padres (Blog)
San José, Costa Rica. Febrero 2020.
Es muy normal que nuevos ambientes y cambios de rutina modifiquen el apetito de los chicos, pero primero hay que comprender la bioindividualidad del niño y la relación de toda la familia con respecto a la pérdida de apetito.
Es importante explicar el proceso que están llevando, interesarse por su día más allá del “¿cómo la pasaste en la escuela?”; elaborar con ellos las ventajas de que estén yendo a la escuela, qué nuevas posibilidades les trae, cuál fue el mejor momento del día. Así como validar sus temores y evacuar cualquier duda que tengan. Es bueno explicarles qué hacen los padres mientras ellos están en la escuela, pues hay niños muy sensibles que se sienten mal con sus padres por pasarla tan bien en la escuela.
La entrada a clases viene acompañada de muchas emociones y cambios en la rutina; ambas situaciones alteran el funcionamiento intestinal y con ellos una pérdida de apetito, más aún si los chicos están constipados. También, puede ser un factor de comportamiento y no algo fisiológico.
Por ejemplo, un niño puede dejar de comer por un mero desacuerdo en horarios, padres que intentan alimentarlo a deshoras. Un desayuno a las 7:30 a. m. cuando tienen que entrar a las 8:00 a. m. al trabajo y a la escuela, o que desarrolle antipatía por los alimentos si los padres usan castigos fuertes por no terminar su plato o lonchera.
Es importante tener los ojos abiertos y chequear cualquier otro síntoma sospechoso, llamar al pediatra si presentan dolor abdominal, pérdida de peso, disminución de energía o concentración, vómito, tos, hinchazón o enrojecimiento en la cara.
Una deficiencia de zinc o hierro puede manifestar síntomas como falta de apetito; por lo tanto, es bueno hacer un examen de sangre y saber que todo está en orden. Es importante, también, comprobar si a raíz de alguna alergia o problema nasal como sinusitis o asma, el niño tiene problemas para degustar la comida.
¿Qué hacer para que el niño coma?
¿Qué técnica puedo utilizar para abrirle el apetito?
No sean prontos en ofrecer más y más comida en un intento desesperado por verlos comer, como una golosina, dulce o bebidas cargadas de azúcar para compensar que no comieron. Aparte del tiempo de merienda, tengan la cocina cerrada y mantengan sus horarios regulares.
Si el niño no quiere comer es su decisión. Ustedes pueden explicar la consecuencia, pero van a sentir una muy natural, de hambre, más tarde cuando eligen no comer. Ahí pueden aprovechar para reafirmar la utilidad de las buenas decisiones, comentar sobre el efecto de su decisión, por ejemplo: “Amor, tienes hambre porque no quisiste comer en el desayuno/almuerzo/cena. Cuando decides no comer, no tienes energía ni ganas de jugar, ni puedes enfocarte y te duele la pancita porque tu cuerpo necesita comida. Siempre puedes tomar buenas decisiones o malas decisiones. Elegir comer es una elección inteligente”.
Los chicos pueden ser difíciles pero siempre los padres serán los adultos. Perder la cabeza es tentador, sin embargo no va a ser de ayuda; por el contrario, empodérenlos para tomar decisiones conscientes, positivas y que tengan sentido.
¿Es normal que algunos días demuestren más apetito que otros?
Totalmente, los picos de crecimiento, calidad de sueño, actividades durante el día, paseos; y virus o bacterias que merodean influirán en su estado de ánimo.
¿Cómo puedo obligarlos a comer sin que se sientan presionados?
Hoy en día los adultos comen estando anestesiados, sin fijarse realmente en qué comen o cómo lo comen. Los niños son diferentes y no queremos estropear ese sistema maravilloso de autorregulación. Ellos se tienen que sentir motivados por la comida y la compañía a la hora de comer. Usted es su mejor modelo a seguir.
Fuente
Licda Ana Paula Robledo Soto
Especialista en Nutrición